SESIONES GRUPALES PARA LA REGULACIÓN DEL ESTRÉS ONLINE
| REGULA TU SISTEMA DESDE LA RAÍZ |

Si has llegado hasta aquí es porque estás buscando respuestas a un malestar que no puedes seguir ignorando.
Probablemente te acompañan síntomas como agotamiento, tensión muscular, insomnio, palpitaciones, digestiones lentas o una mente que no se apaga.
Has escuchado que “el estrés es malo”, que “todo está en tu cabeza” o que “el cortisol es la hormona culpable de tu ansiedad”, pero nada de eso te ha dado una comprensión real ni un alivio duradero.
Yo quiero ofrecerte algo distinto.
Sesiones grupales para la regulación del estrés con una mirada integradora y profunda:
que te ayude a entender qué está pasando en tu cuerpo
por qué te sientes así y cómo empezar a regular el estrés desde la raíz.
¿QUÉ ES EL ESTRÉS Y POR QUÉ LO SENTIMOS?
Aunque hoy es una palabra común, el término “estrés” tiene un origen muy concreto.
Fue el médico y fisiólogo Hans Selye, en la década de 1930, quien comenzó a investigar por qué sus pacientes, a pesar de tener enfermedades muy diferentes entre sí, mostraban síntomas comunes.
«El organismo responde de forma global y progresiva a situaciones de estrés».
Este modelo fue pionero en mostrar que el estrés no es solo una experiencia psicológica, sino un proceso biológico, endocrino e inmunológico con tres fases bien definidas.
Por eso el verdadero nombre de lo que conmunmente denominamos estrés es:
SINDROME GENERAL DE ADAPTACIÓN (SGA)
SÍNDROME GENERAL DE ADAPTACIÓN (SGA)
Síndrome
En medicina, un síndrome es un conjunto de signos y síntomas que aparecen juntos y que caracterizan un estado fisiopatológico.
Selye observó que, independientemente del tipo de estímulo (una infección, una herida, una pérdida emocional), los pacientes manifestaban respuestas físicas similares, como:
Aumento del tamaño de las glándulas suprarrenales
Disminución del timo y ganglios linfáticos
Ulceraciones en el tracto gastrointestinal
Esto le llevó a concluir que no se trataba de una reacción específica a una enfermedad concreta, sino de un patrón común ante cualquier “estresor”. Por eso, lo definió como un síndrome.
General
Selye utilizó esta palabra para resaltar que la respuesta al estrés es global y sistémica, afecta a todo el organismo.
No es una reacción localizada, sino que involucra múltiples sistemas: nervioso, endocrino, inmune, digestivo, muscular, cardiovascular, etc.
Además, esta respuesta se produce ante una amplia variedad de estímulos:
– físicos (lesiones, infecciones, frío, calor),
– emocionales (miedo, pérdida, conflicto),
– sociales (sobrecarga laboral, presión externa),
lo que refuerza su carácter “general” o inespecífico.
Adaptación
La clave de su teoría es que el estrés no es un fallo, sino un intento de adaptación.
El cuerpo trata de mantener la homeostasis (el equilibrio interno) ajustando sus funciones ante el cambio o la amenaza.
Selye sostenía que el estrés podía ser tanto positivo (cuando ayuda a afrontar desafíos) como negativo (cuando se vuelve crónico o desbordante), y que su función central era facilitar la adaptación al entorno.
FASES DEL SÍNDROME GENERAL DE ADAPTACIÓN
1. Fase de alarma – “¡Atención, algo pasa!”
Es la reacción inmediata de tu cuerpo ante lo que interpreta como una amenaza o un reto importante.
En esta fase, todo tu organismo se pone en modo “supervivencia” para que actúes rápido.
El corazón late más fuerte y más rápido.
Los músculos se tensan, listos para moverse.
Respiras más deprisa para llevar más oxígeno a todo el cuerpo.
La mente se enfoca en lo que está pasando, buscando soluciones… o anticipando peligros.
Ejemplos del día a día:
Vas por la calle y un coche frena bruscamente delante de ti.
Recibes un correo inesperado del trabajo que podría cambiar tu semana.
Escuchas de pronto un ruido fuerte por la noche y te pones alerta.
En este momento, tu cuerpo no se pregunta si el peligro es real o no: activa todos sus recursos para protegerte.
2. Fase de resistencia– “Sostén el tipo”
Si el motivo de estrés se mantiene, tu cuerpo intenta adaptarse y seguir funcionando.
No estás tan en alerta como en la fase anterior, pero sí en un estado de tensión continua.
Sigues con los músculos tensos aunque no lo notes.
Duermes peor o te despiertas en mitad de la noche.
Te cansas más rápido de lo habitual.
Tienes más dolores de cabeza o problemas digestivos.
Te cuesta concentrarte y tu paciencia disminuye.
Ejemplos del día a día:
Llevas semanas con mucho trabajo y plazos apretados.
Estás cuidando de un familiar enfermo mientras gestionas tu casa y tu empleo.
Convives con una relación o situación que te preocupa constantemente.
En esta fase, empiezas a normalizar el malestar y a pensar frases como:
«Estoy bien, solo estoy un poco estresada.»
Pero tu cuerpo ya está gastando mucha energía para mantenerte a flote y creeme que acabarás pagando esa factura.
3. Fase de agotamiento– “No puedo más”
Si el estrés sigue durante demasiado tiempo y no encuentras forma de recuperarte, el cuerpo entra en agotamiento.
Aquí ya no se trata de “aguantar”: las reservas se agotan y las consecuencias físicas y emocionales son más evidentes.
Fatiga extrema, incluso después de dormir.
Bajada de defensas: resfriados frecuentes, problemas de piel o infecciones.
Dificultad para concentrarte o recordar cosas.
Sensación de apatía, tristeza o vacío.
Dolores persistentes y problemas hormonales o digestivos.
Ejemplos del día a día:
Después de meses o años con sobrecarga laboral, te levantas sin energía ni motivación.
Tras un periodo largo de cuidar de otros, sientes que no te queda nada para ti.
Has estado tanto tiempo en “modo lucha” que ahora solo quieres aislarte y descansar, pero no consigues recargar.
En esta fase, el cuerpo ya no te está pidiendo que actúes rápido: te está rogando que pares, que cambies algo, que lo ayudes a volver a la calma.
EL CUERPO – TU PRIMER HOGAR

Como profesionales de la salud, hemos cometido una transgresión silenciosa pero devastadora.
«Hemos enseñado a muchas personas a vivir en guerra con su propio cuerpo».
«A verlo como un problema, un enemigo, un sistema defectuoso que hay que reparar, controlar, silenciar o corregir».
EL CUERPO NO ES UN CAMPO DE BATALLA
ES NUESTRO ALIADO
Una inteligencia viva que intenta protegernos, incluso cuando no lo entendemos.
EL ESTRÉS NO ES UN ERROR ES UNA SEÑAL QUE TE TRANSMITE TU ALIADO
Una respuesta adaptativa que nos avisa de que algo:
en nuestro entorno,
en nuestros vínculos
o en nuestra historia emocional,
está activando una alarma interna.
Cuando comenzamos a comprender esto, cambia todo:
dejamos de luchar contra nosotras mismas,
y empezamos a escucharnos con respeto,
a regularnos con amabilidad,
a sanarnos con conciencia.
QUIZÁ HA LLEGADO EL MOMENTO DE DEJAR DE EXIGIRLE TANTO A TU CUERPO
DEJA DE LUCHAR CONTRA ÉL
Y COMIENZA A ESCUCHARLO
TU CUERPO NO TE ESTÁ FALLANDO
SE ESTÁ INTENTANDO COMUNICAR CONTIGO PARA DARTE UN MENSAJE IMPORTANTE
Y lo lleva haciendo desde antes de que pudieras ponerle palabras al dolor,
al miedo
o al cansancio.
Respira contigo.
Lucha por ti.
Se adapta.
Se ajusta.
Se recalibra.
Hace lo que puede, con lo que tiene, por mantenerte con vida.
Lo que muchas veces llamamos “síntomas”
—como la ansiedad, la fatiga, la opresión en el pecho o las digestiones difíciles—
no son errores ni señales de debilidad.
Son mensajes del cuerpo.
Es su manera de decir: “algo dentro de mí necesita cuidado, escucha, espacio”.
Nos han enseñado a ver al cuerpo como un obstáculo, como un lugar de limitación o sufrimiento.
Pero ¿y si empezaras a mirarlo como tu primer hogar?
Como un sabio compañero de viaje que te avisa cuando algo no va bien,
que te protege cuando sientes miedo,
que se tensa cuando has vivido demasiado,
que se apaga cuando has dado más de lo que podías.
Dejar de luchar contra el cuerpo es el primer paso para sanar
NO PUEDES REGULAR EL ESTRÉS SI TE ESTÁS PELEANDO CONTRA TU BIOLOGÍA
LA REGULACIÓN -EMOCIONAL- -MENTAL- -ENERGÉTICA-
COMIENZA CUANDO RECONOCES QUE TU CUERPO NO ESTÁ EN TU CONTRA SINO A TU FAVOR
ES TU CUERPO QUIEN ACTIVA EL ESTRÉS CUANDO ESTÁS SOBREPASANDO TUS LÍMITES
Y SÓLO ÉL PUEDE AYUDARTE A VOLVER A LA CALMA
SI LO ESCUCHAS
LO ACOMPAÑAS
LO TRATAS CON RESPETO
El cuerpo no grita por molestar. Grita porque ha callado demasiado.
En los grupos terapéuticos, una de las primeras cosas que trabajamos es esto:
aprender a leer el lenguaje del cuerpo.
A identificar qué necesita,
qué le duele,
qué memorias guarda.
A dejar de exigirle que rinda como una máquina…
y comenzar a cuidarlo como lo que realmente es:
una red viva, sabia, sensible
y profundamente humana.
Un enfoque compasivo: tu cuerpo no se ha roto, está pidiendo ayuda

El modelo del SGA nos enseña que el estrés no es una anomalía, sino un sistema de protección.
Y también nos muestra que el cuerpo tiene un límite:
si no aprendemos a escuchar sus señales en la fase de resistencia, a
cabaremos viviendo desde el agotamiento.
Por eso es tan importante aprender a regular el estrés desde la raíz,
antes de que se vuelva crónico.
Y por eso trabajamos en los grupos no solo desde la mente,
sino también desde el cuerpo,
las emociones,
los vínculos y la conciencia.
¿CUALES SON LOS SÍNTOMAS DEL ESTRÉS?
El estrés no siempre se manifiesta con un solo síntoma evidente. A menudo se acumula de forma silenciosa, afectando a múltiples niveles de tu salud sin que te des cuenta.
Algunos de los síntomas más frecuentes del estrés son:
🔹 Físicos:
Insomnio o sueño no reparador
Tensión muscular crónica (cuello, mandíbula, espalda)
Palpitaciones, taquicardia o presión en el pecho
Problemas digestivos (hinchazón, acidez, estreñimiento, colon irritable)
Dolores de cabeza, bruxismo, fatiga persistente
Cambios en el apetito o ciclo menstrual
🔹 Emocionales:
Ansiedad constante o picos repentinos
Irritabilidad, hipersensibilidad o “llanto fácil”
Sensación de sobrecarga o bloqueo
Desmotivación, sensación de vacío o apatía
Sensación de amenaza aunque “no pase nada”
🔹 Cognitivos y relacionales:
Dificultad para concentrarte o tomar decisiones
Pensamientos rumiantes o anticipación catastrófica
Desconexión emocional o aislamiento
Sensación de estar “desbordada” o sin recursos
Conflictos frecuentes o necesidad de control excesivo
Si te reconoces en varios de estos síntomas, tu cuerpo no está fallando: está pidiendo ayuda.
¿Qué pasa en el cuerpo y la mente cuando vivimos con estrés crónico?
El cuerpo no está diseñado para vivir en estado de alarma continuo.
Cuando el estrés se cronifica, impacta directamente sobre los ejes fundamentales de la salud:
Afecta la inmunidad, haciendo que enfermes más o desarrolles inflamación persistente.
Desequilibra el sistema digestivo, alterando la microbiota, la motilidad y la absorción.
Interfiere con el sueño, la regeneración celular y la producción hormonal.
Debilita la memoria, la atención y la plasticidad neuronal.
Interrumpe tu capacidad de vincularte, creando aislamiento o reactividad emocional.
Y lo más importante: bloquea tu acceso al estado de seguridad interna, lo que impide que puedas sentir calma, presencia o bienestar… aunque no haya ningún peligro real.
¿Por qué no basta con “relajarse”?
Porque el estrés no se apaga solo con una siesta, un masaje o una respiración profunda aislada.
Esas prácticas pueden ayudarte momentáneamente, pero si tu sistema nervioso sigue interpretando que hay una amenaza, volverá al estado de alerta.
La clave no está solo en relajarse, sino en aprender a regular el sistema nervioso, lo cual implica:
Reconocer las señales de activación antes de que escalen
Trabajar con el cuerpo, no solo con la mente
Establecer nuevos patrones de seguridad interna
Reaprender a habitar el cuerpo sin miedo
Este proceso de autorregulación no es instantáneo, pero es profundamente transformador y sostenible.
LAS GRAVES CONSECUENCIAS DEL ESTRÉS CRÓNICO

Problemas cardiovasculares
El estrés prolongado puede elevar tu presión arterial y acelerar el riesgo de enfermedades del corazón, como infartos o accidentes cerebrovasculares.Alteraciones del sistema inmunitario y autoinmunidad
El estrés puede desequilibrar el sistema que regula tus defensas, aumentando la inflamación y la vulnerabilidad a infecciones, e incluso favoreciendo enfermedades autoinmunes como lupus o artritis.Diabetes y desregulación metabólica
La respuesta al estrés mantiene el cuerpo en estado hiperglucémico persistente, lo que puede desencadenar resistencia a la insulina y, con el tiempo, diabetes tipo 2.Problemas digestivos
El intestino es muy sensible al estrés, lo que puede provocar desde colon irritable hasta úlceras o mala absorciónDeterioro cognitivo y de la memoria
El cortisol persistente puede afectar partes del cerebro como el hipocampo, interfiriendo con la memoria a largo plazo y la capacidad de concentración.Estados de ansiedad y depresión
El estrés sostenido está fuertemente vinculado a trastornos del ánimo, como ansiedad y depresión.Inflamación silenciosa y procesos celulares acelerados
El estrés crónico genera un desgaste continuo, fomentando inflamación y envejecimiento biológico prematuro.
¿Qué significa regular el estrés desde la raíz?

Significa dejar de poner parches y empezar a transformar el patrón desde dentro.
Desde el cuerpo, desde el vínculo, desde la conciencia.
Regular el estrés desde la raíz implica:
Trabajar sobre la respuesta fisiológica (neurobiología del estrés)
Explorar las memorias emocionales que activan tu sistema nervioso
Cambiar la forma en que te relacionas contigo y con los demás
Aprender herramientas de regulación somática, neurociencia afectiva y conciencia corporal
Este enfoque no solo reduce síntomas, sino que cambia la forma en que vives, decides, sientes y cuidas de ti.
Es el corazón de mi trabajo terapéutico, y lo que propongo en los grupos de manejo del estrés.
SESIONES GRUPALES PARA LA REGULACIÓN DEL ESTRÉS ONLINE
Después de años trabajando en salud y acompañamiento emocional, he visto lo mismo una y otra vez: el estrés crónico no se sana solo con voluntad, ni con consejos rápidos.
Necesitamos espacios seguros, herramientas reales y acompañamiento compasivo.
Por eso he creado estos grupos: para ayudarte a dejar de vivir en modo supervivencia y comenzar a sentirte de nuevo en casa… dentro de ti.
¿Qué encontrarás en estos grupos terapéuticos?
Sesiones online en directo (90 min) cada 15 días
Grupos reducidos para cuidar el espacio de los participantes
Un enfoque integrador: neurociencia, cuerpo, emoción y conciencia
Prácticas somáticas y transpersonales para regular tu sistema nervioso
Materiales PDF y microprácticas para acompañarte entre sesiones
Acompañamiento cercano por email durante todo el proceso
Un espacio sin juicios, sin presiones, con mucha presencia y respeto
Horarios disponibles
Martes de 20:00 a 21:30 h
Jueves de 11:00 a 12:30 h
Formato online en directo por Google MeetSesiones no grabadas, para preservar la intimidad
Modalidades de inscripción
Bono trimestral (3 meses)
160 €
Incluye:
6 sesiones en directo
Materiales y ejercicios exclusivos
Acompañamiento por email
Las plazas son limitadas para cuidar la calidad del vínculo.
Reserva anticipada imprescindible.
PREGUNTAS Y DUDAS MÁS COMUNES SOBRE EL ESTRÉS
1. ¿Es normal sentir estrés todos los días?
Sentir algo de estrés de vez en cuando es normal: nos ayuda a reaccionar y adaptarnos.
El problema es cuando el estrés está presente cada día y notas que tu cuerpo o tu mente no descansan nunca. Eso es señal de que tu sistema nervioso está sobrecargado.
2. ¿Cómo sé si tengo estrés?
Algunos signos comunes son: tensión muscular, insomnio, dolores de cabeza, problemas digestivos, irritabilidad, ansiedad o dificultad para concentrarte.
Si notas varios de estos síntomas durante semanas o meses, es muy probable que estés viviendo con estrés crónico.
3. ¿El estrés solo es mental?
No. El estrés afecta a todo tu cuerpo: al corazón, al sistema digestivo, a las defensas, a las hormonas…
Por eso puedes tener síntomas físicos aunque tu mente no se sienta “estresada” todo el tiempo.
4. ¿Puedo eliminar el estrés por completo?
No podemos eliminarlo, porque el estrés es una respuesta natural de supervivencia.
La clave no es vivir sin estrés, sino aprender a regularlo para que no se vuelva crónico ni dañe tu salud.
5. ¿Qué diferencia hay entre estrés y ansiedad?
El estrés aparece como reacción a algo que percibes como una presión o amenaza concreta (un examen, un problema laboral…).
La ansiedad puede sentirse incluso sin un motivo claro, y muchas veces es consecuencia de vivir con estrés prolongado.
6. ¿Por qué me enfermo más cuando estoy estresada?
El estrés crónico debilita el sistema inmunitario y aumenta la inflamación en el cuerpo, lo que facilita que te resfríes más, tengas problemas de piel o empeoren dolores y enfermedades previas.
7. ¿Dormir y hacer ejercicio son suficientes para reducir el estrés?
Pueden ayudar mucho, pero si tu sistema nervioso está en alerta constante, necesitarás también aprender herramientas de regulación profunda y revisar los hábitos o situaciones que lo mantienen activado.
8. ¿Por qué me siento cansada todo el tiempo si “no hago tanto”?
Porque el estrés no solo cansa físicamente: también gasta energía mental y emocional. Estar en alerta constante consume tanto como correr, aunque estés sentada en tu escritorio.
9. ¿Puedo aprender a manejar el estrés aunque lleve años así?
Sí. Nuestro sistema nervioso es plástico: puede reaprender a sentirse seguro y a bajar la intensidad de las respuestas de estrés.
Es un proceso que requiere práctica, paciencia y, muchas veces, acompañamiento.
10. ¿Sirve la terapia para el estrés?
Sí, especialmente cuando combina el trabajo corporal, emocional y mental. La terapia individual y los grupos de manejo del estrés ayudan a entender lo que te pasa, aprender técnicas y practicar la regulación en un entorno seguro.
EL ESTRÉS CRÓNICO, UN VENENO SILENCIOSO QUE TOMAS CADA DÍA

No te mata de inmediato, pero va dejando su huella silenciosa en cada rincón de tu cuerpo: en tu corazón, en tus defensas, en tus hormonas, en tu digestión, en tu memoria, en tu capacidad de disfrutar de la vida.
Al principio solo notas cansancio, tensión o insomnio… pero si no haces nada, con el tiempo ese “veneno” invisible puede abrir la puerta a problemas más serios: enfermedades autoinmunes, problemas cardiovasculares, diabetes, alteraciones hormonales, depresión, deterioro cognitivo e incluso favorecer un terreno más vulnerable al cáncer.
No te lo digo para asustarte.
Te lo digo porque tienes en tus manos la posibilidad de cambiarlo.
Tu cuerpo no es tu enemigo: es tu aliado, y te está pidiendo que lo escuches.
Cada paso que das hacia tu autocuidado es un antídoto que limpia, repara y fortalece.
Este es el momento de empezar. No cuando todo esté perfecto, no cuando “tengas más tiempo”.
Ahora.
Porque tu salud, tu energía y tu alegría no son un lujo: son tu base para vivir.
Únete a los grupos de manejo del estrés y aprende a regular tu cuerpo y tu mente desde la raíz, en un espacio seguro, humano y sin juicios.